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AUTOS CLÁSICOS

FERRARI 1982 308 GTSi

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Cuando una persona promedio piensa en Ferrari, lo primero que viene a la mente es un auto deportivo italiano, elegante y extremadamente rápido. Sin embargo, el Ferrari 308 GTSi de 1982 desafía esa percepción. Sí, es un deportivo italiano. Sí, es un Ferrari rojo que luce espectacular. Pero rápido… no tanto. Y la verdad, ¿a quién le importa? Con solo verlo, ya te sientes en un buen momento. Como si la década de los 80 te absorbiera con una mezcla de cocaína, discos de los Bee Gees y glamour desbordado.

Seguramente ya estás familiarizado con el Ferrari 308. Quizás lo viste en algún póster en una habitación o lo recuerdas como el icónico auto de Tom Selleck en Magnum P.I.. Su fama es innegable, pero ser conocido no significa ser bien comprendido. El 308 nunca tuvo la intención de competir con los monstruosos Ferrari de 12 cilindros o con el legendario 288 GTO. Tampoco era el modelo de entrada de la marca, ese lugar lo ocupaba el Mondial.

Diseñado por Leonardo Fioravanti de Pininfarina, el 308 debutó en el Salón del Automóvil de París en 1975. Su línea agresiva y elegante es considerada una de las más bellas jamás vistas en un Ferrari. Pero, si no fuera por Magnum P.I., ¿sería tan icónico? Es difícil imaginar a Tom Selleck conduciendo un Porsche 928. El programa catapultó al 308 a la fama y lo convirtió en un símbolo de los años 80. Este coche no solo representa una era, sino que encarna el espíritu de aquellos tiempos.

A primera vista, el 308 GTSi podría parecer un Ferrari discreto, pero al volante, te sientes como en una película. Este es el tipo de coche que convierte un simple viaje al supermercado en una experiencia sensorial única. En 1980, costaba alrededor de 45,000 dólares (hoy equivaldría a unos 170,000 dólares). Bajo el capó, el V8 de 2.9 litros producía 214 caballos de fuerza en su versión para Estados Unidos debido a las regulaciones de emisiones. Puede no parecer mucho hoy en día, pero en su momento era suficiente para poner una sonrisa en tu cara.

La verdadera magia del Ferrari 308 GTSi no está en sus números de rendimiento, sino en cómo te hace sentir al conducirlo. La transmisión manual de “pata de perro” es una delicia. La primera marcha está ubicada donde normalmente encontrarías la reversa en otras cajas de cambio, lo que te hace sentir como un piloto de carreras, incluso si solo estás maniobrando en un estacionamiento. La disposición de cambios facilita las transiciones entre segunda y tercera marcha en curvas cerradas, mientras que el sonido metálico del gateado de metal hace que cada cambio sea una experiencia auditiva sublime.

Una vez que sales a carretera abierta, cada cambio de marcha se siente como una sinfonía mecánica. Aunque el motor V8 de 2.9 litros no es el más potente, su presencia detrás de tu cabeza es suficiente para mantenerte emocionado. El sonido del motor y el aire entrando por las rejillas de ventilación crean una banda sonora que compensa cualquier carencia de rendimiento. No hay nada como el placer de escuchar ese rugido mecánico mientras el coche devora kilómetros de asfalto.

La conducción del 308 GTSi es pura nostalgia ochentera. La suspensión independiente es sorprendentemente suave, permitiendo que el coche se incline en las curvas y absorba las imperfecciones del camino con elegancia. El embrague tiene un punto de agarre alto, algo a lo que te acostumbras rápidamente. Una vez que lo dominas, el tráfico deja de ser un problema y cada camino se convierte en una invitación a disfrutar del viaje.

El interior tiene su propia personalidad. Las manijas ocultas, los asientos con refuerzos extraños y la pobre visibilidad trasera son detalles que simplemente dejas pasar cuando miras por encima del capó inclinado y recuerdas que estás en un Ferrari. La dirección sin asistencia es otra joya: directa, comunicativa y algo que requiere esfuerzo físico. Un volante clásico de tres radios forrado en cuero Nardi hace que cada giro sea un ejercicio para tus antebrazos.

Puede que el Ferrari 308 GTSi no sea el más rápido ni el más sofisticado de su clase, pero es un ícono en toda regla. Es un coche que roba miradas dondequiera que va y evoca una época en la que el estilo y la emoción estaban por encima de los números fríos. Conducirlo es como viajar en el tiempo, a una era en la que el automóvil era una expresión pura de belleza y placer.

Puede que no sea el Ferrari más impresionante mecánicamente, pero sigue siendo uno de los más queridos y reconocidos. Después de pasar tiempo al volante de un 308 GTSi, queda claro por qué ocupa un lugar especial en los corazones de tantos entusiastas. Es una combinación perfecta de diseño, historia y emoción que sigue viva, década tras década.

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