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Estamos en los años 80, una época de transición después de la crisis de los 70. Las grandes armadoras americanas aún sentían las secuelas, y Dodge había enfocado todos sus esfuerzos en autos en lugar de camionetas. Pero en 1987, decidieron cambiar el juego con la presentación de la Dodge Dakota, una pickup mediana con un cuerpo más pequeño y eficiente que sus competidoras. Sin embargo, para 1989, la Dakota necesitaba algo más: un motor con mayor potencia.
Aquí entra en escena la leyenda Carroll Shelby, gracias a la visión de Lee Iacocca. Shelby tomó la Dakota y le instaló un V8 modificado que generaba 175 caballos de fuerza, logrando una aceleración de 0 a 100 km/h en 8.5 segundos. Así nació la Dodge Dakota Shelby, una pickup que sentó las bases de lo que serían las futuras camionetas deportivas de alto rendimiento, como la GMC Syclone y la Typhoon.
Los años 90 trajeron consigo una nueva oportunidad para los vehículos de alto rendimiento. La tecnología había avanzado, permitiendo que las armadoras construyeran autos potentes que también cumplían con las regulaciones de emisiones y seguridad. En este contexto, GMC, una marca que no era reconocida por su desempeño deportivo, sorprendió al mundo con la presentación de la GMC Syclone en 1991.
Inspirados por el éxito del Buick Grand National, los ingenieros de Buick comenzaron a experimentar con la plataforma de la Chevy S-10. El motor V6 de 3.8 litros del Grand National requería demasiadas modificaciones para caber en la S-10, así que GMC optó por mantener el Vortec 4.3 litros, que originalmente generaba 168 caballos de fuerza. Pero para darle el poder necesario, realizaron una serie de mejoras: un mejor sistema de combustible, nuevos pistones, colectores de admisión y escape, un cuerpo de acelerador derivado del Corvette de 5.7 litros y, lo más importante, un turbocargador Mitsubishi con intercooler Garrett.
El resultado fue una pickup con 280 caballos de fuerza y 350 lb-pie de torque, acoplada a una transmisión automática de 4 velocidades y tracción en las 4 ruedas proveniente de la GMC Safari. Esta configuración enviaba el 35% de la potencia al eje delantero y el 65% al trasero, permitiendo que la Syclone alcanzara los 100 km/h en solo 4.5 segundos. La Typhoon, una SUV basada en la Jimmy, lograba lo mismo en 5.2 segundos.
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La GMC Syclone no solo era rápida; era una verdadera revelación en su época. La revista Car and Driver la enfrentó a un Ferrari 348 TS de 122,000 dólares, y la Syclone lo derrotó con facilidad. Se convirtió en el vehículo con la mejor aceleración del mundo en su momento. Sin embargo, fuera de la línea recta, su rendimiento no era tan impresionante. Con el 63% del peso en el eje delantero, era poco práctica para off-road, no se recomendaba cargar más de 500 libras en la caja, y no podía remolcar. Además, solo tenía espacio para dos personas y frenos de tambor en la parte trasera.
En respuesta a estas limitaciones, GMC lanzó la Typhoon, una SUV de dos puertas con espacio para cuatro pasajeros, asientos de piel y una suspensión de aire en el eje trasero. La Typhoon podía vencer al Corvette ZR-1 de su época en el cuarto de milla, demostrando que el alto rendimiento no estaba limitado a autos deportivos.
La Syclone solo se produjo en 1991, mientras que la Typhoon se vendió entre 1992 y 1993, con una producción total de 4,700 unidades. De estas, 345 fueron fabricadas en color rojo, convirtiéndose en las más populares. Figuras como Clint Eastwood, Bob Seger y John F. Kennedy Jr. fueron orgullosos propietarios de estas camionetas. A estas dos leyendas se les conoce colectivamente como “SyTy”.
Lamentablemente, la producción de la Syclone y la Typhoon se detuvo cuando la compañía encargada de las modificaciones quebró. Además, los Mustang y Camaro ofrecían un mejor rendimiento a un precio más accesible, lo que hacía difícil justificar una pickup deportiva.
A pesar de su corta vida, la Syclone y la Typhoon dejaron una huella imborrable. Estas camionetas demostraron que los vehículos de carga podían ser tan divertidos, o incluso más, que algunos autos deportivos. Sin ellas, probablemente nunca habrían existido modelos como la Ford Lightning o la Ram SRT-10.
En definitiva, la Syclone inició la conversación sobre camionetas de alto rendimiento y la Typhoon mantuvo viva esa llama. Gracias a GMC, el mundo descubrió que una pickup también podía ser rápida y emocionante. No solo eran vehículos de trabajo; eran máquinas de diversión pura que desafiaron las expectativas de toda una industria.